“Quienes están llamados a crear cosas admirables no extraen las fuerzas
afectivas de las que depende su formidable destino de uno o dos afectos
particulares. Unos lazos místicos les ligan a todo lo que existe, a todo lo que
palpita, los preservan y a menudo los encadenan a un entusiasmo sagrado. A
diferencia de la mayoría, nunca llegan a considerar a la mujer o al niño amados
como la parte más viva de nuestra razón de ser.
En fin, Semmelweis extraía su existencia de fuentes demasiado generosas como para ser bien comprendido por los demás hombres. Era de esas raras personas que pueden amar la vida por lo que ésta tiene de más sencillo y de más bello: vivir. La amó más allá de lo razonable. En la Historia de los tiempos, la vida no es más que un momento de ebriedad, la Verdad es la Muerte. En cuanto a la medicina, dentro del conjunto del Universo no es más que un sentimiento, un lamento, una piedad más activa que las demás, por otro lado casi impotente en esa época en que Semmelweis la abordaba.”
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