jueves, 26 de septiembre de 2013

Orígenes, Sentido y Alcance del Proyecto Filosófico - Cornelius Castoriadis (1987)


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La filosofía nace en la pólis y no puede nacer más que en la pólis. Pólis debe ser tomado aquí en un sentido esencial: una colectividad humana que tiende a autogobernarse y a autoinstituirse. La filosofía misma no es más que una dimensión de ese esfuerzo que aspira a la autoinstitución, puesto que constituye un rechazo de las representaciones simplemente heredadas, simplemente instituidas, y pretende establecer las representaciones verdaderas a través de la actividad autónoma del pensamiento humano. Desde el inicio, la filosofía se instaura en un espacio colectivo y como un proyecto colectivo, y no por la actividad de uno solo; la filosofía no es una revolución profética y los primeros filósofos no aparecen como portadores de una Revelación. La filosofía se instaura como discurso controlable, pretendiendo ser controlable por todos y dirigiéndose a todos. Ya en lo que probablemente es la apertura del libro de Heráclito, a pesar de sus tono aristocrático y desdeñoso, resulta claro que el autor escribe un libro dirigido a todo el mundo y diciendo a todos: debéis pensar de otra manera, tenéis motivos para pensar de otra manera pues el lógos es xynós[1], el pensamiento, la capacidad de penetrar las cosas, se halla en todas partes y, a la vez, es común a todos los hombres. La filosofía aparece así como una dimensión del movimiento democrático en las ciudades griegas (no se conoce ningún filósofo espartano o corintio, tan sólo “sabios”) y, más tarde, de un movimiento en las sociedades europeas que aspira, más o menos confusamente, más o menos explícitamente, a quebrantar el orden establecido. Puede decirse, en consecuencia, que para que la filosofía nazca y, más generalmente, para que haya emergencia del proyecto de autonomía social e individual, es preciso romper la clausura de la institución. [...]


[1] El “lógos común a todos”.


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